Se suele decir que el inicio de la filosofía radica en el paso del mito al logos, es decir, en el paso de explicaciones o respuestas tradicionales y arbitrarias a explicaciones lógicas y racionales. Los griegos protagonistas de este paso o salto fundaron lo que se llama filosofía, ahora bien, ¿este paso se hizo una vez para siempre o, por el contrario, constantemente tenemos que repetirlo?
La actividad de los primeros que filosofaron
Los mitos son relatos fabulosos que explican o dan respuesta las
interrogantes o cuestiones importantes para nosotros, en segundo lugar, los
mitos son relatos que buscan dar modelos de comportamientos. Los mitos se
imponen como relatos llenos de autoridad pero sin justificación; apela,
emotivamente, a que las cosas siempre han sido así. Los mitos griegos, por
ejemplo, explican cómo se hizo el mundo, como fue creado el primer hombre y la
primera mujer, como se obtuvo el fuego, como apareció el mal en el mundo, qué
hay después de la muerte, etc. simultáneamente, las actuaciones extraordinarias
de los personajes míticos son un ejemplo o pauta a seguir. Los griegos
disponían de gran número de mitos, nosotros, también. Disponemos de mitos que
cumplen tanto la función explicativa como la función ejemplificadora.
En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, unos hombres emprendedores,
los primeros filósofos, empezaron a cuestionarse tanto las explicaciones que
daban los mitos como las pautas de conducta que ofrecían. Eran unos hombres a
quienes les atraía hacerse preguntas, porque notaban incoherencias en los
relatos míticos de su entorno, que constataban relatos diferentes en pueblos
diferentes. Estos hombres, dominados por una plural curiosidad y por una
actitud crítica, son los que protagonizaron lo que se conoce como milagro
griego: el paso del mito al logos. Para ellos, este paso significaba desconfiar
de las imaginativas narraciones o explicaciones populares y, con una mirada
nueva, observar y analizar la naturaleza, intentando descubrir en ella las
causas de los acontecimientos, por lo que en lugar de hablar de divinidades
empezaron a inventar conceptos. Con los mitos, el mundo era caótico y
arbitrario: nada estaba sometido a leyes naturales fijas; con la visión
racional del mundo, éste se convierte ordenado y regido por unas leyes estables
y fijas que se pueden descubrir.
Este paso fundacional de la filosofía, acontecido en Grecia y
explicable por una confluencia de factores, no es algo «natural» y
definitivamente adquirido, es un paso que debe realizar toda persona que quiera
mantener una actitud despierta e investigadora.
Cuando un niño de seis o siete años comienza a descubrir
incoherencias y contradicciones en el encantador relato de los Reyes Magos,
entonces comienza a revivir una experiencia parecida a la de los primeros
filósofos. Lo que el niño había creído durante toda su vida es ahora asediado
con multitud de preguntas, el proceso de superación de su mito será conflictivo
y aleccionador. El abandono o pérdida del agradable relato de los Reyes Magos y
la aceptación de que estos son los padres será, probablemente, su primer paso
del mito al logos. Si el niño o niña, ya adulto, mantiene su inquietud original,
revivirá nuevos episodios de este paso, los niños están muy cerca de la genuina
actitud filosófica.
Mitos y logos de ayer
El doble mito de Prometeo y Pandora es un mito clásico de ayer que
explica el origen de la humanidad y la aparición del mal en el mundo. Prometeo,
benefactor de la humanidad, constató que los animales estaban más armónicamente
provistos que los hombres (desnudos, descalzos y desarmados); para equiparlos
mejor robó a Zeus el fuego, recurso que hace posible la habilidad técnica, y lo
dio a los humanos, de esta manera, adquirieron las artes útiles a la vida .Pero
Zeus, temiendo que estos se convirtieran demasiado fuertes y sabios, se
enfureció por el don que Prometeo les había otorgado y, a cambio, creó un
alegre regalo portador de desgracias. El regalo era Pandora, la primera mujer,
a Pandora le fue regalada una caja llena de males, los males que aquejan la
vida de los hombres. Ciertamente, los mitos tienen poder explicativo.
Constituyen el inicio de un proceso intelectual. Prometeo y Pandora pueden
simbolizar las dos caras de la situación humana: el bueno y positivo que todos
tenemos y las inevitables contrariedades que nos acompañan. El mito, creado en
una sociedad de creciente machismo, puso en la mujer el origen del mal;
obviamente, el progreso intelectual llevará a cuestionarse esta explicación
prejuiciosa.
Pero con los mitos y con sus indicaciones (constataban los primeros filósofos) los barcos se hundían y la navegación se convertía insegura. En los mitos clásicos a menudo se expresan, con bellas palabras, profundas intuiciones; pero incluyen pluralidad de elementos irracionales que los primeros filósofos querían diferenciar y separar de su actividad.
Pero con los mitos y con sus indicaciones (constataban los primeros filósofos) los barcos se hundían y la navegación se convertía insegura. En los mitos clásicos a menudo se expresan, con bellas palabras, profundas intuiciones; pero incluyen pluralidad de elementos irracionales que los primeros filósofos querían diferenciar y separar de su actividad.
La nunca satisfecha curiosidad de los primeros filósofos, su
constante hacerse preguntas, su actitud crítica, sus dudas ante las
explicaciones oficiales, etc. condujo a buscar explicaciones o respuestas
argumentadas y abiertas al debate. La misma palabra filosofía, utilizada para designar la actividad de estos griegos,
significaba y significa «afán o anhelo de saber», no posesión de saber o
conocimiento: eran suficientemente conscientes de la dificultad de expresar la
última palabra sobre temas como qué es el ser humano, de donde proviene el mal
presente en el mundo, cuál es el principio o cuál es causa de toda la realidad.
Mitos y logos, hoy
¿Mitos, hoy? Nuestro mundo también nos ofrece relatos míticos, es
decir, explicaciones arbitrarias que quieren imponerse apelando no a las
dimensiones intelectuales de la persona, sino sólo a las dimensiones emotivas.
¿No son relatos míticos, por ejemplo, los spots publicitarios que nos dicen que
vale la pena, qué hacer, qué es lo que tiene sentido? Si uno no despierta su
logos puede bien creer que si adquiere este nuevo producto anunciado probará
una mágica libertad, una eterna belleza.
Uno de los mitos destacables de nuestra sociedad es el relato que
sobre la ciencia nos transmiten los medios de comunicación: la ciencia aparece
como un conocimiento objetivo y definitivo capaz de liberar los humanos de sus
sufrimientos y de abrir las puertas de la felicidad. Ahora bien, quien conoce
la trayectoria de diferentes ramas de la actividad científica sabe muy bien que
no es esta la grandeza de la ciencia, son muchos los científicos conscientes de
los límites de la ciencia, de su provisionalidad, de la imposibilidad de crear
una teoría definitiva y de eliminar la duda. Pero a pesar de la inseguridad y
el espíritu crítico latente en el corazón de la actividad científica, los
medios de comunicación la mitifican bien contradictoriamente: se proclama que
nuestra sociedad está dominada por la ciencia y, simultáneamente, las noticias
científicas son transmitidas de una manera nada científica. Si uno no despierta
su logos, se mantendrá en la perspectiva mítica de la ciencia que conviene a
diferentes poderes.
Desde la filosofía también podemos hablar de otro mito actual:
el mito de la opinión pública. ¿A qué realidad se hace referencia cuando se
habla (y se hace con frecuencia) de opinión pública? La opinión pública
tiende a presentarse como la voz del pueblo, una voz sacralizada y llena de
autoridad. Pero, ¿cómo y quién detecta esta opinión pública mitificada? ¿Por
qué se insiste tanto en ella? En esta cuestión, como en otros similares, el
paso del mito al logos pasa por descubrir que la opinión pública es la
interesada opinión de aquellos que tienen poder para hacer pública su
opinión.
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Como
ya hemos visto, la actividad de los hombres que por primera vez pasaron de
explicaciones míticas a explicaciones racionales, se ha llamado filosofía o «anhelo de saber », pero
otra palabra muy significativa podía haberse impuesto: aletheia, que significa «descubrir» lo que está escondido,
«des-velar», «desenmascarar». Unas actividades que realizaron los griegos y que
han realizado, en mayor o menor medida, los filósofos de todos los tiempos.
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